Washington, 22 de julio de 2025 — La política exterior de Estados Unidos ha dado un giro decisivo bajo el segundo mandato del presidente Donald Trump. En lo que ya muchos analistas catalogan como un “desmantelamiento del multilateralismo”, el gobierno estadounidense ha confirmado su retiro formal de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), sumando un nuevo capítulo a su estrategia de desvinculación con organismos internacionales.
La retirada de la UNESCO, anunciada este lunes, refuerza la narrativa del presidente Trump desde su regreso al poder el 20 de enero de 2025: priorizar los intereses nacionales por encima de compromisos multilaterales. La medida fue presentada como una respuesta al “sesgo sistemático contra Israel” dentro del organismo y a una “falta de eficiencia” que —según la Casa Blanca— justifica el retiro de fondos y cooperación.
Este movimiento se alinea con una serie de decisiones similares tomadas por Trump en los primeros seis meses de su segundo mandato. El mismo día de su investidura, firmó órdenes ejecutivas para retirar a Estados Unidos del Acuerdo Climático de París y de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ambas salidas fueron justificadas bajo argumentos de “soberanía energética” y “mal manejo de fondos internacionales”.
El 4 de febrero, Estados Unidos también se retiró del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. El presidente Trump y su equipo de política exterior acusaron al organismo de adoptar posturas “sistemáticamente contrarias a Israel” y de tener un historial de miembros “con dudosos compromisos democráticos”.
A estas decisiones se suma la suspensión de fondos a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), a la que la administración Trump calificó de “antisemita y antiisraelí”. La agencia rechazó enérgicamente tales acusaciones, pero la medida fue mantenida por Washington, dejando en situación crítica a miles de beneficiarios en Medio Oriente.
En materia de desarrollo internacional, el gobierno de Trump ha dado pasos más drásticos. El 2 de julio, anunció el cierre definitivo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), argumentando que “ha dejado de cumplir sus objetivos estratégicos desde el final de la Guerra Fría”. Este anuncio representa un golpe contundente a la cooperación exterior estadounidense, que históricamente ha sido un brazo importante de su influencia global.
La propuesta de presupuesto federal para 2026, enviada recientemente al Congreso, refuerza este giro nacionalista. El proyecto contempla profundos recortes financieros a múltiples organismos internacionales, incluyendo la ONU, la OMS y la misma UNESCO. En salud global, la administración también anunció el 26 de junio que se retirará de la alianza internacional de vacunación Gavi. El secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., justificó la medida alegando que la organización necesita “recuperar la confianza pública”.
Aunque Estados Unidos aún no ha concretado su salida de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Trump ha lanzado múltiples amenazas en esa dirección. La política comercial de su gobierno ha estado marcada por un agresivo proteccionismo y el uso de aranceles como herramienta de presión. La Casa Blanca sostiene que las reglas actuales de la OMC favorecen a China y perjudican a los trabajadores estadounidenses.
Estos movimientos consolidan la doctrina “America First” en su versión más radical. Para Trump, Estados Unidos debe abandonar su rol de “policía mundial” y redirigir recursos a la economía interna, incluso si esto implica aislarse parcialmente del sistema internacional que ayudó a construir tras la Segunda Guerra Mundial.
Los críticos, dentro y fuera del país, advierten que este repliegue podría debilitar la posición de liderazgo global de EE. UU. y dejar espacios abiertos que podrían ser ocupados por potencias como China o Rusia. Sin embargo, desde la base conservadora y nacionalista que respalda al presidente, estas acciones son vistas como un acto de independencia y soberanía.
En cualquier caso, el giro de la política exterior estadounidense bajo Trump está redefiniendo el mapa del poder global. Las consecuencias reales de este repliegue —en diplomacia, desarrollo y comercio— apenas comienzan a sentirse.